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viernes, 26 de marzo de 2010

Vincula

Una vez se sentaron en su mesa, todas las miradas estaban puestas en ellas pero las jóvenes ignoraron este hecho y se dispusieron a ordenar su cena.
Daniella estudió minuciosamente la carta, cada nombre de cada plato.
-No entiendo nada.- rió jocosa, aun contagiada por la emoción de la locura que había hecho hacía minutos.- ¿A quién se le ocurren estos nombres tan raros? Apenas acierto a adivinar qué es exactamente lo que lleva.- movía de un lado a otro la cabeza, encogiéndose de hombros.
-Ya, te entiendo. A mí el camarero me tuvo que traducir toda la carta la primera vez que vine, y aun así siempre te llevas una sorpresa.- le contestó Virginia con una sonrisa en los labios.- ¡Ésta cocina moderna!- y suspiró.- Te ponen unos mini platos que tienen de todo pero de nada en particular…No sé, dime si te apetece más pescado, carne, algo simple o innovador…- comenzó a decirle velozmente, como acostumbraba a hacer.
-Para, para.- y cerró su carta.- Elige tú por mí. Total, no creo que vuelva a este lugar nunca más.- por un segundo el rostro de Virginia se tensó y fugazmente la tristeza de la realidad de su amiga se reflejó en sus ojos, pero se recuperó y le sonrió.
-Sí, eso no hace falta que lo jures. Después del espectáculo de hace un rato no creo que te dejen volver.- Daniella estalló en una carcajada y Virginia la imitó.
-Calla, no me lo recuerdes.- y le dio un suave punta pie por debajo de la mesa.
-Bueno, veamos, esto exige máxima concentración.- y Virginia se dispuso a decidir qué cenarían esa noche.
-Pero no pidas lo más barato, que te veo venir, racana.- en ese momento Daniella sintió, por primera vez desde hacía días, que nada había cambiado, que aquella noticia devastadora sobre su salud sólo había sido un sueño, que no estaba desahuciada.

Según iban llegando los platos a la mesa, ambas se sorprendían con la elección de Virginia. Los platos tenían una original y exquisita presentación y el resultado de tal elaboración provocaba en sus paladares una explosión de sabores nuevos.
A pesar de la apariencia, aquellas recetas de la cocina vanguardista de aquel restaurante saciaban, y Daniella se alegró por haber accedido a ir a aquel restaurante con Virginia.
Ojala sus padres pudieran estar allí con ella, ellos jamás habían ido a un restaurante como aquel, tan elegante y tan exclusivo. El restaurante más caro en el que habían comido era el restaurante del pueblo, donde siempre se celebraban los bautizos bodas o comuniones de la familia.
Se sintió algo culpable, no les había dicho la verdad, sus padres creían que en ese momento estaba de viaje y, por el contrario, allí estaba, cenando esas extrañas recetas, codeándose con exitosos ejecutivos, gente importante, en un restaurante que había sido premiado en varias ocasiones por sus servicios.
Se sintió culpable, no les había dicho la verdad, sus padres no sabían que quizá esa sería su última noche en un restaurante como aquel, y ellos no estaban allí con ella. La única persona que sabía cuánto estaba disfrutando era la última persona que jamás podría haber imaginado, Virginia. Aquello parecía una locura, todo se había vuelto del revés, quizá desde que le confirmaron su enfermedad había perdido toda razón. O quizá en eso consistía la vida, en un cúmulo de circunstancias que no tendrían por qué tener explicación o lógica, no tendrían por qué tener una razón de ser o debieran de ser de algún modo.
Fuera lo que fuese lo que le había llevado a actuar así desde que salió de la consulta del médico, no se arrepentía, ni del tatuaje, ni de haber saltado temerariamente por un puente, ni de haber hecho el mayor ridículo de su vida frente a mucha gente hacía una escasa hora. No se arrepentía de haber elaborado una lista junto con otra persona a la que hacía pocos días consideraba superficial. De todas sus amigas, no recordaba que Virginia hubiera hecho algo por ella o ella misma por su amiga. De todas las amigas, eran las menos compatibles y simplemente se habían limitado a vivir juntas como dos personas que se relacionan con el mismo grupo de gente, pero que no se relacionaban entre ellas. Imaginó por un instante si en vez de a Virginia hubiera llamado a Lucía, a la que quería más y consideraba su mejor amiga, entre todas las demás. Definitivamente, todo hubiera sido tan distinto. Quizá Lucía se hubiera alarmado, hubiera montado un drama monumental, como las antiguas tragedias griegas. Quizá Lucía hubiera llamado a las demás y plantearía afrontar todo aquello juntos, le hubiera obligado a confesárselo a su familia y, probablemente, le hubiera presionado para someterse a un tratamiento para alargar, lo que Daniella consideraba, la agonía. No hubiera elaborado una ridícula lista llena de esperanzas y sueños, no le hubiera pintado otra realidad que le evadiera la mayoría del tiempo que le quedaba de su triste destino, no le hubiera enseñado que lo importante no era que se moría pronto, si no que tenía poco tiempo de vida y tenía que exprimirlo. Virginia había conseguido que la idea de la muerte se tornase a un segundo plano y la vida cobrara mayor protagonismo para ella que lo que en todos aquellos años lo había tenido. Ahora Daniella era más consciente de que tenía que vivir, la muerte no era una excepción que le diferenciaba de nadie. Todos, tarde o temprano, morirían, pero ella era más consciente de su tiempo, de su fin. Gracias a Virginia ahora lo sabía y no estaba cruzada de brazos dejándose consumir. Estaba tomando otra dirección, pero era su elección y eso le gustaba.
Pero, sobre todo, lo que más admiraba de Virginia era que, desde el primer momento, respetó sus decisiones y no solo le apoyó, sino que estaba con ella al cien por cien sin que se lo hubiera pedido. Eso Lucía quizá no lo hubiera hecho, incluso sus padres tampoco lo hubieran aceptado. Lo cierto era que ocurriera lo que ocurriese en el minuto siguiente, Daniella sentía a cada momento que había vuelto a nacer, y no que rápidamente moría.

Por fin llegaron al postre, Virginia pidió al camarero dos copas del mejor cava que tuvieran y ambas brindaron por aquella cena tan peculiar.

-¿Por qué brindamos?- le preguntó Daniella a su amiga alzando la copa.
-Por qué va a ser.- se miraron a los ojos, una mirada cómplice.- Por la lista.- y chocaron el cristal y sorbieron un poco de aquel líquido burbujeante y dorado.
-Por la lista.- y el champán acarició la garganta de Daniella, deshaciendo el nudo que se comenzaba a formar en ella al añorar a su familia en esos instantes.
-¿Estás bien?- le preguntó Virginia, percibiendo su tristeza.- Y no me digas que sí porque no te creo.- Daniella forzó una sonrisa en sus labios.
-Estoy bien, en serio.- Virginia trató de adivinar lo que sentía en esos momentos su amiga.- No te preocupes, Vir, estoy bien. Anda, pide la cuenta y vámonos ya.- Virginia apuró lo que le quedaba de cava en la copa de un trago y negó con la cabeza.
-Oye, puede que parezca que soy distraída o que no me entero de nada o que durante estos años has despertado en mí un absoluto desinterés pero…- carraspeó y dejó la copa vacía en la mesa.- Te conozco. Quizá no tanto como Lucía o las demás, pero Dani, eres como el agua. ¡Transparente, transparente!- exclamó.- Creo que ya sabes que puedes confiar en mí ¿no? Que puedes desahogarte en todo momento, aunque no sea mi fuerte eso de ser la psicóloga pero…Para eso estoy. Estamos.- se corrigió.- Porque ahora somos un equipo y no solo estoy en las buenas, no solo te voy a ayudar para cumplir tus sueños. Quiero que sientas que cuentas conmigo.- Daniella le interrumpió.
-¿Por qué?- se quedaron en silencio durante unos segundos.- Quiero decir, ¿Por qué haces todo esto por mí? Y no me digas que es por la lista dichosa.- una parte de ella se sentía culpable, nunca había recibido tanto sin que pudiera dar nada a cambio.
-¿Por qué?- Virginia se encogió de hombros.- No sé, Dani. ¿Qué preguntas?- resopló.- ¿Por qué me llamaste? ¿Por qué sólo me lo has dicho a mí?- Daniella se sorprendió ante las preguntas.
-No sé.- dijo algo desprevenida.- Porque…- lo cierto es que no sabía qué contestar.
-Ves, hay cosas que suceden porque sí. Tú me llamaste y ni tan siquiera sabes por qué. Yo te ayudo y tampoco sé por qué lo estoy haciendo pero, siento que tiene que ser así.-Virginia hizo una pausa.- Mejor dicho, quiero que sea así. No hay nada cierto, ni seguro, ni todo es para siempre. Cuando mi madre murió me quedó tanto por decirle, me quedó tanto por hacer con ella…Cuando me enteré que mis padres no eran mis verdaderos padres, sentí que toda mi vida era una mentira, que nada tenía sentido…- le confesó.-Pero no es así. Lo que hice con mi madre fue suficiente, así tenía que ser, no puedo exigirle a la vida o al destino más de lo que me correspondía con ella.- Daniella se asombró por las palabras de su amiga.- Y cuando sentí que toda mi vida era una mentira solo porque biológicamente mis padres no lo eran, que no tenía su misma sangre…Con el tiempo comprendí que no, que no había sido una mentira, lo que viví con ellos, lo que sentí, todo fue verdad, soy su hija, eso no es una mentira, ellos me criaron y me han dado su amor. Mi padre sigue siendo mi padre y mi abuelo es mi abuelo, porque así lo siento y porque para ellos soy una hija y una nieta más. Eso no cambiará nunca, la diferencia es que quizá tenga otra familia a la que pueda conocer y querer como la de aquí, pero en Estocolmo.- suspiró hondo.- Lo que quiero decir, Dani, es que no cuestiones las cosas, simplemente siéntelas, vívelas, disfrútalas…Porque luego puede que no haya nada, quizá vayamos al cielo, al infierno, quizá no halla nada o simplemente nos reencarnamos y seamos una vaca o un perro o qué se yo…Pero quizá no vuelvas a ser la que eres ahora, así que aprovechemos lo que tenemos.
-Vale, vale.- rió de repente Daniella.- Aunque tú serás una vaca, yo me reencarnaré en un precioso delfín.- y sonrió, digiriendo lo que acababa de escuchar.
-¿Un delfín? Que cursi eres.- Virginia llamó al camarero con un gesto.
-Gracias.- Virginia le correspondió con una sonrisa en los labios.- De verdad, por todo.
-No me agradezcas nada. No tienes por qué.- el camarero dejó la cuenta sobre una esquina de la mesa.- A ver, a ver.- dijo mirando el recibo.- ¡Vaya! No me da tanta risa tu gracia.- dijo tras colocar su tarjeta de crédito sobre el recibo. Daniella se pinzó el labio inferior.- No, es broma, lo que has hecho antes, ese super orgasmo fingido, no se paga con nada.- y soltó una risa socarrona, mientras Daniella enrojecía por el rubor.- ¡Ay! Si lo hubiera sabido habría traído una cámara de video o te hubiera grabado desde el móvil. Estaba segura de que no lo harías. Pero con la sorpresa ¡ni moverme podía!- se lamentó- ¡Jo! Es que así nadie me va a creer.- decía entre risas.- Si llego a contarles lo que ha pasado aquí, me toman por loca. ¡La dulce monjita de Daniella! Y parecía santurrona cuando la compramos. ¡Qué pena de cámara!- de repente, una idea irrumpió en los pensamientos de Daniella.
-¡Ya lo tengo!- exclamó.
-¿No me digas que lo vas a volver a repetir? Espera que busco mi móvil.- dijo emocionada Virginia revolviendo en el interior de su bolso.
-No, tonta. Ni aunque me pagarán mil millones de euros lo volvería a hacer.- Virginia fingió desilusión.- Pero sí podríamos hacer una cosa.- le sugirió- ¿Cómo no se nos había ocurrido antes?- la cuenta ya estaba pagada y Daniella se levantó de la silla y se acomodó su bolso en el hombro.
-¿Qué? ¿Qué?- le preguntó intrigada Virginia.
-Vamos a tu casa, tengo algo que recoger.- le sugirió.
-Pero ¿Se puede saber qué se te ha ocurrido?- quiso saber Virginia ya impaciente.
-Mi cámara de fotos. Nos sacaremos fotos en todos los lugares y momentos en los que cumplamos un punto de la lista, así las demás podrán verlo. ¿No crees que es una buena idea?- Virginia se quedó pensativa.- Lo haremos a partir de ahora.
-Vale, pero mientras tanto…- Virginia cogió su teléfono móvil y llamó al camarero que les había atendido durante toda la noche.- Por favor ¿podría hacernos una fotografía antes de que nos marchemos?- le pidió Virginia al hombre, que les miró extrañado.
-Por supuesto.- les contestó y extendió la mano para coger el móvil de Virginia.- A ver, ¿Cómo funciona esto?
-¡Oh, sí!- exclamó Virginia.- Espere, que no sé ni yo cómo funciona.- se le escapó una risa nerviosa. Un amigo de su padre, que las observaba les ayudó.
-Virginia, déjame, tengo el móvil igual.- se ofreció y accionó la función de “cámara fotográfica”.- Tener, dos copas de vino, no podéis posar así sin más.- dijo amablemente ofreciéndoles dos copas de su mesa.
-Gracias, Francisco.- Daniella miró a la mesa algo avergonzada, todos la miraban con extraña simpatía, quizá les había divertido la escena del principio.- Es que queremos guardar un recuerdo de esta noche y, se nos ha olvidado la cámara.- le dijo.
-Sí, una noche memorable, sobre todo para tu amiga.- rió. Su mujer le regañó.
-Francisco, ¡por favor!- Daniella no sabía dónde esconderse en esos momentos. Sin embargo, Virginia parecía disfrutar con la escena.
-No se preocupe Mari Luz, si Francisco tiene razón. Ha sido para no olvidar.- y le dio un leve codazo en el costado a su amiga.- Bueno, ¿quién nos saca la foto?
-No se preocupe, ya les saco yo la fotografía.- le dijo Francisco al camarero. El camarero se retiró.- Decir “patata”- las dos amigas cogieron las dos copas de vino que Francisco les había dejado y posaron juntas, diciendo al unísono, lista, en vez de patata.- Preciosas, preciosas.- exclamó Francisco al ver el resultado del retrato.- ¿Qué decís? ¿Os gusta u os saco otra?
-No así está perfecta.- contestó Daniella con un hilo de voz, quería irse cuanto antes.- ¿No crees Vir?
-Sí, creo que sí. Gracias.- afirmó Virginia percibiendo la premura de su amiga por marcharse.- Ya nos veremos otro día, y que os aproveche.- les dijo. El matrimonio las despidió y ambas salieron, al fin, del restaurante.

-Nuestra primera foto, Dani.- dijo entusiasmada Virginia, mirando la fotografía en la pantalla del móvil.- En cuanto lleguemos a casa la descargo a mi ordenador.- dijo exaltada.- Nuestra primera foto de un gran álbum que haremos. Se la podemos ir mandando a las chicas.- sugirió.- Así nos envidiarán un poco.- rió para sí.-Pero ¡qué idea has tenido! Como se nota que eres la más inteligente de las dos.- y Daniella le quitó el móvil para ver la fotografía. Era perfecta.

La noche comenzaba a refrescar, algunas parejas caminaban de la mano, quizá de vuelta a casa, quizá en busca de algún bar dónde seguir la velada. Ellas parecían unas transeúntes como otras cualquiera, pero no lo eran, ellas no caminaban por la calle con la certeza de saber qué pasaría en el segundo de después, ellas solo conocían lo que habían escrito en una lista, dispuestas a cumplirlo, pero nada más…Robaban a la vida momentos que quizá ya no tenían. Caminaban a oscuras, sin oír el tic tac del reloj de la vida, con la esperanza como brújula que les guiaba a una meta cierta: la muerte.

Caminaron sin rumbo fijo durante una hora, disfrutando de la noche, hasta que dieron a parar a una gran fuente, iluminada, mostrando el esplendor de sus chorros de agua que caían con fuerza en mil direcciones. Era una de las fuentes más bonitas de la ciudad. Alrededor suyo había un césped vallado, salpicado de las gotas cristalinas que en él caían.
Virginia pasó su brazo sobre el hombro de Daniella, y se sentaron frente a la fuente, en un banco solitario iluminado por la tenue luz de una farola. Las estrellas apenas se podían ver por la contaminación, pero la luna resplandecía plateada, omnipotente, hermosa. Parecía la reina de la bóveda azabache que se cernía sobre sus cabezas, el cielo de aquella noche de verano. Una reina que las miraba desde lo alto y solo la luz artificial podía atreverse a competir contra su brillo. No había nubes que la ocultaran, estaba redonda, completa, para ellas aquella noche.
Daniella admiró, sentada en aquel banco, aquella preciosa estampa, mientras Virginia hurgaba en su bolso y sacaba un papel de él. Tachó algo y volvió a meter la hoja en su bolso.
-¿Qué calor hace, no?- preguntó Virginia a Daniella. Daniella se encogió de hombros.- Pues a mí me parece que hace un bochorno espantoso.- y se abanicó con la mano.
-¿Qué has tachado en ese papel?- quiso saber Daniella.
-¿Yo? Nada.- le dijo.
-Vale.- le contestó Daniella, volviendo la mirada al cielo. Volvieron al silencio de antes.
-Es que, hace calor.- insistió Virginia.- ¿No tienes calor?- Daniella negó con la cabeza.- ¿Seguro? Mira que yo te veo algo sofocada.
-¡Qué no, pesada!- exclamó Daniella.- Serás tú, que se te habrá subido el champán ese.- rió.
- No sé, pero yo tengo calor.- Daniella le ignoró nuevamente, y se perdió en sus pensamientos.

No se percató de que su amiga se había levantado del banco y caminaba hacia la fuente. No se percató que Virginia saltaba el vallado y pisaba el césped, que se descalzaba y tocaba el agua de la fuente. No se percató hasta que la oyó gritar.

-¡Dani! ¡Dani!- le llamó.- Ven, se está la mar de a gusto.- de repente, y para su sorpresa, Daniella vio a su amiga zambullirse en la fuente.- Qué fresquita está el agua, por dios.- y chapoteaba como si fuera una niña pequeña.- Pero, ven, no seas tímida, ya verás que te sienta de muerte.- Daniella corrió a su encuentro, horrorizada por lo que estaba viendo.
-Pero tú, tú... ¿TÚ ESTÁS TONTA?- gritó, animándole a salir.- ¡Que como te vea alguien se te cae el pelo!- le reprendió.- ¡Sal de ahí ahora mismo!- le ordenó. Virginia se alejó de ella.- ¡Virginia, que salgas!- insistió, pero su amiga le ignoró.
-Si quieres que salga tendrás que sacarme.- Daniella soltó una carcajada.- Sí, lo que has oído, que tendrás que sacarme. No seas tonta y métete conmigo un rato, si no pasa nada.
-¿Qué no pasa?- le gritó.- Sí pasa, sí. Que como nos vea alguien, o mejor dicho, como nos vea un poli, nos cae una del quince.
-¡Bah! ¿qué dices?- le quitó importancia Virginia.- Lo peor que nos puede pasar es una pequeña reprimenda. Además que serán cinco minutines, ven, métete un poco, aunque sea mójate los pies y nos salimos.- intentó convencerla. Daniella se negó con rotundidad.- Vamos, Dani, no me digas que vuelves a ser la misma aburrida y santurrona de siempre.- Daniella se ofendió por el comentario.- Ya decía yo, que mucho mucho, pero luego nada. Lo del restaurante ha sido un espejismo, nada más. No sabes divertirte.- Daniella bufó.
-Que ¿Qué?- y se descalzó y se metió a la fuente, yendo al encuentro de su amiga.- Retíralo ahora mismo.- Virginia huyó de ella, dando vueltas a la fuente.
- ¿Qué retire el qué?- Daniella le perseguía y le salpicaba.- Que eres una aburrida, cobardita, gallina.- Daniella la alcanzó y ambas se pusieron a salpicarse y a gritar como unas niñas pequeñas que juegan en la orilla de la playa, riendo a placer, perdiendo la noción del espacio y tiempo.

De pronto, una voz les asustó, y se detuvieron al instante, cesando el chapoteo y las risas. Una voz seria que les llamaba.
-¡Eh, vosotras dos!- les gritó. Ambas ubicaron al dueño de la voz.- ¿Qué es lo que estáis haciendo?- les preguntó.
-Nada Señor policía, que se nos había caído un anillo y…- se excusó Daniella- Y estábamos buscándolo.- el policía les miró con cara de pocos amigos.
-No, no. No es eso Señor policía.- negó Virginia.- Es que teníamos calor y nos apetecía dar un baño.- y sonrió, ante la expresión de horror de su amiga.
-¿A sí?- Virginia asintió descaradamente.- Bueno pues largo, salir de ahí y haré que no he visto nada.- Daniella hizo ademán de salir pero Virginia la retuvo.
-Es que aun tenemos mucho calor. No quiere meterse con nosotras también, mire que está muy fresquita el agua.- Daniella no daba crédito a lo que estaba escuchando.- Nosotras no se lo vamos a decir a nadie.
-¿Estáis borrachas?- preguntó el policía.- Porque si es así…- se rascó la barbilla.- Hala, salir de una vez o tendré que dar parte, y la multa que os va a caer no es chica.

Virginia se volvió a negar y, sin previo aviso, salpicó al agente de seguridad. Daniella se llevó la mano a la boca y sintió que el corazón se le iba a salir del pecho. Ahora sí que estaban metidas en un buen lío.
El policía se metió dentro de la fuente y las sacó a ambas. Virginia opuso algo de resistencia pero al final salieron y se calzaron. Estaban empapadas, pero eso no impidió que el agente les metiera en su coche patrulla y les llevara a la comisaría más cercana.

-Genial, genial.- susurró para sí Daniella. Virginia parecía emocionada con todo aquello.- Pero ¿te has vuelto loca? ¿De qué vas?- le increpó a su amiga.
-Calladitas hasta que os tomen declaración, ¿entendido?- les dijo el policía. Virginia se encogió de hombros y se llevó el dedo índice a los labios, en señal de guardar silencio, y después se rió.- Ya me encargaré yo de que paséis la noche entera en el calabozo. Os aseguro que allí no pasareis calor.- y Daniella ahogó un grito de horror. Ella en la cárcel, no podía creerlo. Ni pensar que había creído que esa noche sería una de las mejores noches de su vida.
-Genial, genial.- esta vez fue Virginia la que susurró, pero con un tono de alegría, y asintió con la cabeza repetidamente. Daniella no entendió nada.

Una vez les tomaron declaración, el policía les condujo a las mazmorras de la comisaría. Estarían allí toda la noche hasta que viniera alguien a pagar la fianza. Daniella no quiso avisar a sus familiares asi que Virginia se encargó de avisar a alguien. Las encerraron a cada una en una celda, una frente a la otra. Eran unas celdas frías, oscuras, con unas paredes de color beige desgastado y una cama con goma espuma como colchón, incómoda y dura. La sensación que se sentía al estar ahí dentro era indescriptible, al menos así lo sentía Daniella. Pero Virginia parecía gozar con todo aquello.
-¡Ja! Alucina.- le dijo Virginia tras sus barrotes. Daniella no le respondió y se sentó en la cama de su celda.- ¿Qué? ¿Ahora no me vas a hablar?- Daniella guardó silencio.- Hija, tranquila que no es nada. Que mañana a primera hora nos sueltan y listo, esto quedará en una anécdota más, ni constará como delito.
-¡Ah, no!- dijo entre dientes Daniella.- ¿Y por qué nos han encerrado?- quiso saber.
-Porque ese tipo es un toca gaitas.- le contestó.- Vamos, Dani, mira el lado positivo.- le animó.
-¿Lado positivo? Y ¿dónde ves tu el lado positivo, si se puede saber?- aquel lugar le deprimía, miró el reloj, todavía eran las cuatro de la mañana, aun les quedaban algunas horas encerradas entre aquellos barrotes.
-Pues que ya hemos cumplido otro punto de la lista.- Daniella le miró extrañada.- Sí, esto estaba en el plan.
-¡Venga ya!- exclamó Daniella.
-Que sí. Te enseñaría la lista pero está en mi bolso y…Nos lo han requisado.- se mordió el labio inferior y miró a su amiga al otro lado de los barrotes.- Dani, que sí, créeme. Mira, no me habías preguntado qué había tachado. Pues, era el punto de la lista.
-Que no te creo.- de repente se acordó de haberle oído tachar algo, pero no le prestó atención. Quizá era cierto, pero apenas recordaba los puntos de la lista. Tras unos minutos decidió darle el beneficio de la duda.- Vale, espero por tu bien que sea cierto y que en esa maldita lista aparezca algo sobre una cárcel, porque sino date por muerta.- Virginia sonrió en la oscuridad de su celda.
-Exactamente leerás “Vincula”.- Daniella enarcó una ceja asombrada.
-¿Qué? ¿Vínculo qué? Eso qué es ¿una adivinanza o algo así?- quiso saber.
-No exactamente. Es latín, significa cárcel. Sabía que si lo ponía en castellano no accederías, así que…Lo puse en latín, tú nunca has estudiado latín así que no había forma de que lo entendieras.- rió traviesa.
-Eres una tramposa.- le reprendió, y rió con ella, sorprendida por el ingenio de su amiga.
-Todo sea por la lista.