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jueves, 14 de enero de 2010

Tatuajes

Los primeros rayos de sol se colaron por el estertor de la ventana de Daniella. Con la claridad acariciando sus parpados, se despertó. Por un segundo, creyó que el día de ayer había sido parte del sueño pero no, el sobre del hospital permanecía en su mesa.
Se levantó y lo abrió, leyó el contenido y volvió a guardar la hoja en el sobre. Era real, seguía enferma.
Se desperezó lentamente y miró en su móvil la hora, eran las 7 a.m. Apenas había dormido un par de horas. Tampoco le preocupaba, el resto del tiempo que le quedaba no pensaba desperdiciarlo durmiendo. Vio que tenía un mensaje de Virginia, escrito a las 3 am. Decía así:
“Cielo, he recibido tu mail. Mira en tu bandeja de entrada, ya está la lista. Ven a las once a mi casa y te lo explico todo. Bss. Vir.”
Frunció el ceño, extrañada, no entendía una palabra. De pronto, recordó la dichosa lista. Encendió su ordenador y accedió a su cuenta electrónica. Efectivamente tenía un mail de su amiga, un documento adjunto, lo abrió y se paralizó al leer el contenido.
Prorrumpió en una sonora carcajada.
No podía parar de reír al leer los puntos de la lista, doce.
¿Cómo había sido capaz Virginia de seguir adelante con la idea?
Se detuvo un momento a pensar en ello, qué perdía. Nada, siempre llegaba a la misma conclusión, no perdía nada.
Se había pasado la vida entera calculándolo todo, midiendo cada emoción, cada acto, todo para conseguir un gran trabajo con un salario suculento y, después vendría lo demás. Viviría su vida como ella quería.
Pero todo eso ya era pasado, ahora debía cambiar su manera de actuar, no podía planear nada que no fuera vivir cada día como si fuera el último. Y allí estaban plasmados seis de sus sueños, los últimos que podría realizar, escritos en una ridícula lista, esperándola. Puede que esa fuera la última oportunidad que la vida le diera para vivir, vivir de verdad.
Imprimió el documento y guardó la hoja en el bolso. A las once estaba llamando al timbre de la casa de Virginia, nerviosa, increíblemente jovial. En esos momentos veía todo de manera distinta, sin obligaciones, sin metas que cumplir, sin expectativas sobre nada. Era como si se le hubiera caído una venda de los ojos, una venda que le había impedido apreciar todos esos años del valor de la vida.
Solo tenía un tiempo determinado y un final asegurado, y doce cosas que hacer con una de las personas más extrañas que jamás había conocido: su amiga Virginia.
-¡Cielo!-exclamó Virginia al abrirle la puerta. La abrazó. Ambas se quedaron así por unos segundos, algo incomodas, jamás se habían abrazado, ellas no eran así.- Lo siento, pensé que tenía que hacerlo. Ya está.- se disculpó Virginia separándose de ella.- Ha sido una estupidez de mi parte, no volverá a ocurrir.- Daniella se encogió de hombros sorprendida y algo sonrojada.- Pasa, pasa, no te quedes ahí, aun no he terminado de prepararme.- y ambas entraron al recibidor de la casa.- Subamos a mi habitación, el abuelo ha traído amigos y son muy plastas. Vamos.- subió las escaleras y Daniella la siguió en silencio.
La casa donde vivía Virginia era una de las mansiones más grandes y bonitas en las que Daniella había estado. Una despensa de aquella casa podía ser, fácilmente, lo que ocupaba su piso entero.
Constaba de tres pisos.
En el primer piso encontrabas dos salas de estar, una biblioteca, la cocina, dos cuartos de baño, el comedor, y daba acceso al jardín trasero donde también se podía disfrutar de una piscina.
En el segundo piso se situaban los dormitorios, cada uno con un baño para cada una de las habitaciones, ocho en total.
El tercer y último piso era el “refugio” de su abuelo. Un ático que estaba destinado para el despacho del padre y del abuelo de Virginia, donde nadie los molestara y donde podían evadirse del mundo entero, en especial del estrés que la dirección de su empresa familiar les generaba.
Aquella mansión fue construida para albergar a la amplia familia del patriarca. Pero una vez hubieron crecido sus hijos, la casa se fue vaciando.
Virginia y su padre se mudaron allí desde que la madre de Virginia, Sofía, enfermó, ya que Cristóbal no podía trabajar y cuidar a su mujer y atender a su hija, todo al mismo tiempo. Por lo que, desde hacía tres años, aquella mansión familiar, era el hogar de Virginia y no tenía mucha intención de mudarse, no hasta que encontrara alguna pista sobre el paradero de alguno de sus familiares biológicos, en Estocolmo.
La habitación de Virginia daba a la parte posterior de la casa. Tenía unas magníficas vistas al jardín trasero. Las paredes estaban pintadas de azul celeste y los muebles se combinaban en colores blancos y plateados. Se respiraba tranquilidad.
-Siéntate donde veas. ¿Quieres algo de beber? No tardaré más de diez minutos pero…- le ofreció Virginia mientras se perdía en su baño, para terminar de prepararse.
-No, tranquila, estoy bien.- le dijo mientras hurgaba un poco en la habitación de su amiga. Nunca había estado antes en ella.- ¿Y qué vamos a hacer?- preguntó elevando la voz para que Virginia la oyera. Observó que tenía varios libros sobre “Cómo aprender sueco”.- ¿Estás aprendiendo a hablar sueco?- dijo extrañada. Virginia apareció otra vez en la habitación, y buscó entre su armario su inseparable mochila bandolera, vieja y raída, decorada con infinidad de chapas.
-Am, a ver.- se colgó la mochila en su hombro derecho.- Sí, estoy aprendiendo sueco. Tengo que saber comunicarme con mis parientes.- dijo, como si se tratara de la obviedad más grande del mundo.- A lo de ¿Qué vamos a hacer? Mira en la lista, creo que la tengo en el ordenador.- le contestó.
-Tranquila, imprimí el documento.- dijo, sacando la hoja del bolso.- Aquí está.
-Bien, el primer punto.- rió Virginia divertida ante la expresión de horror que se dibujó en el rostro de Daniella al leerlo.
-¿Tatuaje?- gritó.- ¿Qué es esto?- dijo entre risas, le pareció divertido.
-Yo de ti no me reiría tanto.- le quitó la lista de las manos y cogió un bolígrafo de su escritorio.- Siempre he querido hacerme un tatuaje. He pedido hora para las once y media. Si no nos damos prisa, llegaremos tarde.
-Pero tú ya tienes al menos tres tatuajes.- exclamó Daniella.- No entiendo.- y observó a Virginia que tachaba de la lista el primer punto.
-Ya lo verás, impaciente.- y le entregó de nuevo la lista.- Recuerda, no puedes rajarte ahora.- y soltó una sonora carcajada.
Llegaron al estudio de tatuajes y preguntaron por un tal Marcos, era amigo de Virginia y el autor de sus tres tatuajes. Marcos era diestro con lo que hacía, un autentico artista, Virginia siempre había quedado satisfecha con su trabajo y decidió confiar de nuevo en él.
-Marcos.- le saludó Virginia efusivamente. Marcos le dio un sonoro beso en la mejilla.
-Nena, ¿qué tal? Me sorprendió tu llamada de ayer. Tu abuelo te va a desheredar cuando vea tanto tatuaje en tu cuerpo.- bromeó divertido.- Aunque me tienes en ascuas, no me dijiste la idea que tenías.
-Ya somos dos.- intervino Daniella, algo asustada con tanta aguja y fotografía de tatuajes. Ella jamás se había planteado hacerse tan siquiera uno, y allí estaba, en un estudio de tatuajes.- Hola, por cierto, soy Daniella.
-Sí, ella es la amiga de la que te hablé.- les presentó Virginia.- Dani, él es Marcos, tranquila es de confianza, ya verás como apenas te enterarás.- sonrió malévolamente.- Bueno, veamos, tengo aquí el boceto de mi idea.- y rebuscó por su bandolera.- Aquí está.- dijo triunfal y extrajo una hoja cuadriculada.- Más o menos, no es que sea una artista. Ten, mira a ver qué puedes hacer con esto. Para las dos, en el brazo, aquí.- y se señaló el sitio exacto donde quería hacérselo.
-Vale. Quitaros la camiseta, veamos que puedo hacer.- y desdobló la hoja. Daniella no pudo ver qué era.- ¡Por dios!- exclamó entre risas, mirando desconfiado a Virginia.- ¿Es en serio?- Virginia asintió mientras se acomodaba en una butaca.
-Ya lo creo.- rió con Marcos. Daniella los mirada asustada.- Quiero que lo hagas a la vez, quiero decir, que lo hagamos a la vez, el tatuaje.- pidió Virginia.- Quizá Rob pueda ayudarte, el diseño no es muy difícil.
-No habrá ningún problema.- accedió Marcos mientras garabateaba sobre el diseño de Virginia para perfeccionar algunos matices.- Siéntate aquí, Daniella, yo mismo te lo haré.- le dedicó una sonrisa.- ¡Rob! ¡Ven!.- gritó. Del fondo del estudio apareció el tal Rob, extrañado.- Quiero que me ayudes. Tatúa esto a Vir, anda.- Rob saludó a Virginia y, tras mirar el diseño prorrumpió en una sonora carcajada.
-Perdón, perdón.- dijo entre risas.- No sé si podré hacer esto.- y se apoyó en los hombros de Virginia.- ¿Pero qué mierda es esa? Creo que ya ni se lleva. Me niego.- exclamó divertido.- Esto ha sido idea tuya, fijo.- dijo señalando a Virginia.- Tu amiga parece más inteligente que tú.
-Pues sí ¿algún problema?- le reprochó a su amigo.- Ha sido mi sueño desde que deseé tatuarme el cuerpo. Pero nunca he tenido el, ¿cómo decirlo? Valor para hacerlo.- y estalló en otra carcajada. Marcos y Rob la imitaron, ante la confusión de Daniella.- Pero que no se entere la inteligente.- dijo, señalando con la cabeza a Daniella.- Que tiene que hacérselo también. Digamos que es una apuesta.- Marcos y Rob asintieron y se pusieron a la labor.
-¿Es la primera vez que te tatúas?- le preguntó Marcos a Daniella mientras preparaba el instrumental.
-Sí, la verdad. Estoy algo nerviosa.- dijo mientras un escalofrió le nacía de la nuca y le recorría todo el cuerpo.
-Bueno, tranquila, igual te duele, mucho o poco, eso depende de la persona pero, si has decidido hacer una apuesta así con la canija esta, debes de ser muy valiente.- y le dedicó una mueca a Virginia que fingía hacerse la ofendida al oírlos.- Veamos, al principio te resultará muy incomodo tanto pinchacito pero si no piensas en ello, cuando te quieras dar cuenta ya estará hecho.- le guiñó un ojo.
-Si tú lo dices…- dijo con desconfianza Daniella.
-Dejad de cuchichear.- les interrumpió Virginia.- Anda Dani, mírame a mí todo el rato, no quiero que veas el tatoo, quiero que sea una sorpresa. Hablemos de cosas y así estarás entretenida. Pero no te muevas, que tú capaz, y luego sí que será una obra de arte.- y dejó escapar una sonora carcajada.
-Vale, te miro.- notó las frías manos de Marcos al contacto con su piel, a pesar del látex que las cubría. La parte del esbozo del dibujo fue gratificante- Espero que no me duela, porque…- comentó. De pronto notó un pinchazo, en una fracción de segundo, y otro que le sucedió.- ¡Auch!
-Que me mires pesada.- le aconsejó Virginia que parecía no inmutarse con los pinchazos.- ¿Sabías, Marcos, que mi amiga es arquitecta? Bueno, está estudiando la carrera y es la primera en su clase.- les informó a los jóvenes.
-¿Sí? Siempre quise conocer a una. No sabía que una chica tan guapa pudiera dedicarse a eso, tanto número y tal. ¿Te gustará dibujar también, no?- le dijo. Sus miradas se cruzaron por un instante y ella se sonrojó. Marcos era muy atractivo, a pesar de la infinidad de tatuajes y piercings que decoraban su cuerpo.
-Bueno, no sé qué decir ¿Qué piensas que somos? Unos bichos feos adheridos a una silla, lápiz y calculadora ¿no?- Marcos estaba concentrado en el diseño y no despegaba sus ojos del brazo de Daniella.
-Yo sí.- intervino Rob, Virginia se rió.- La verdad, no te pega. Eres más de las que estudian magisterio y se dedican a los niños y todo eso.- dijo entre dientes.
-Como se nota que no la conoces.- le contestó Virginia.
-Bueno, es que da el prototipo, es muy guapa y se nota que es muy buena gente, pero esta gente cándida y muy, no sé, no te ofendas, pero muy maternal de estas cursis y tal.- seguía opinando Rob.
-¿Y eso qué tiene que ver? No creo que haya un prototipo físico o psicológico para estudiar arquitectura.- Daniella hizo ademán de encogerse de hombros pero Marcos se lo impidió.
-No te muevas.- le reprendió.- Aunque en eso estoy de acuerdo contigo, Daniella. Sí es guapa y parece muy bondadosilla, pero sí la chica es lista y de números entiende, pues, adelante ¿no?- Daniella asintió.- Lo que le pasa a Rob es que le gustan las chicas guapas, pero cuando las ve más inteligentes que él se achanta, y el muy bobo piensa que las de magisterio son idiotas. De ahí que ligue tanto.- ironizó. Daniella miró a Rob, no era tan guapo como Marcos, y parecía algo superficial, pero tenía buena fe en lo que decía.
-Oye, que me alegro de que la chavala estudie arquitectura. Ya te llamaré para que me hagas la casa.- bromeó. Todos se rieron de su simplicidad.
Al principio Daniella, cuando se sentó en aquel taburete, frente al instrumental, cuando vio las manos de Marcos sobre su brazo y notó las punzadas, sintió miedo y algo de pánico, pero se acostumbró minutos después al dolor y la conversación amenizaba el rato.
Ver a Virginia hablar con ellos, haciéndose el tatuaje, consolándola cuando creía que lo estaba pasando mal, redescubrió a una persona distinta en ella. Sin corazas ni comentarios superficiales, sin desintereses ni desaires. Virginia, en aquel estudio, con la compañía de aquellos dos jóvenes amigos suyos, era una persona divertida, despreocupada, libre, sin silencios que ocultaban secretos, ni pretensiones que no le llevaban a ningún lado. Quizá, pensó Daniella, todos habían juzgado mal a Virginia por el simple hecho de no conocerla, no como lo estaba haciendo ella.
En el tiempo que duró la elaboración del tatuaje, se olvidó por un instante del diseño misterioso. Marcos le cubrió la zona tatuada con un apósito, cuidadosamente, y les informó de las indicaciones que debían seguir hasta que la piel absorbiera el tatuaje.
Salieron del estudio y se dirigieron al centro. Caminaron mientras Virginia le contaba anécdotas de sus dos amigos, y Daniella olvidó en esas horas su maldita enfermedad. Por inverosímil que pareciera, estaban pasando un rato agradable, solo ellas dos.
-¿Te ha dolido mucho?- quiso saber Virginia mientras entraban en una tienda de ropa.
-Al principio no te voy a negar que no, me dolía bastante. No sé cómo no me he quejado o me he desmayado, o he gritado y he salido corriendo. No es muy propio de mí hacerme tatuajes.- Virginia asentía entre risas.- Pero no sé si por Marcos y Rob, o por estar ahí hablando contigo y mirarte, o quizá por la maldita enfermedad que me está haciendo ver las cosas de otro modo, hasta he disfrutado.- Virginia se detuvo y le miró fijamente a los ojos.
-No, Dani, no ha sido por eso. Ha sido la lista.- y ambas se sumieron en un silencio profundo, cargado de palabras mudas que hablaban por su mirada. De pronto comprendieron la unión que habían establecido entre ambas.- Aunque aun te queda por ver el diseño. Ven, vamos a los probadores, no puedo esperar más.- y cogió de la mano a su amiga y la arrastró hasta un probador.
Una vez dentro, se quitaron las camisetas con cuidado. Virginia le despegó con dulzura el apósito del brazo a su amiga y la invitó a que se viera en el espejo.
Daniella, nerviosa, inquieta, temerosa de ver qué se había tatuado, vio con espanto y, a la vez, con admiración su reflejo. Luego miró su brazo y otra vez su reflejo.
Entendió por qué Rob se había negado en un principio a tatuar aquello. Entendió por qué Virginia había elegido aquello como deseo de la lista. Entendió las carcajadas de los tres en el estudio de tatuajes. Y, como ellos lo habían hecho, no supo otra cosa que hacer que reír. Una risa nerviosa se adueñó de cada poro de su piel y le provocó retorcerse de risa, saltándose las lágrimas de sus ojos.
Aquello era inverosímil. Virginia le miraba con expectación. Intentó serenarse y mirar otra vez aquel tatuaje pero, la risa volvió a ser la protagonista.
-¿Qué? ¿Qué te parece?- preguntó Virginia algo intrigada.- No te rías tanto y dime qué te parece.
-¿Importa ya lo que me parezca?- le contestó entre risas Daniella.- Ya está tatuado.- y soltó otra carcajada.- ¿Se puede saber en qué pensabas? Está claro que me quieres bien poco.- y le dio un pellizco en el costado derecho.
-Bueno, ya te dije, siempre quise hacerme uno y qué más da ahora.- se contagió de la risa de su amiga y destapó su tatuaje también para observar el resultado de la obra.- No me digas que no son bonitos.
-No.- negó con rotundidad Daniella.- Pero, créeme, originales van a ser un rato. Esto dejó de llevarse hace mucho. Es más...no sé de horteras…- no podía dejar de verlo.- Pero bueno.- se indignó.- Al menos es osado, valiente, no sé… ¿estúpido?
-Y quién dice lo que es o no estúpido, valiente u hortera ¿eh?- le contradijo Virginia.- Ahora tenemos el mismo tatuaje, y no será por mucho tiempo, tranquila.- ambas se miraron y juntaron sus brazos para verlos juntos en el reflejo del espejo del probador.
Un corazón rojo, con alas verdes, y cruzando el corazón una banda ausente de color y en ella grabado el nombre de la otra.
-Tengo tu nombre.- afirmó Daniella.- Un corazón rojo con alitas y tu nombre.- negaba una y otra vez la cabeza.- Esto solo sale en las películas…- dijo divertida mientras los contemplaba.
-Y yo tengo tu nombre.- añadió Virginia con una sonrisa en los labios.- Y, para que lo sepas, pudo haber sido peor.- le advirtió.
-¿Peor?- Daniella enarcó una ceja.
-Sí, en mi idea original, mi deseo, era en un cachete del trasero.- y ambas prorrumpieron en una sonora carcajada.- A que ahora no piensas que te odio tanto ¿eh?
-No, menos mal.- Daniella abrazó a su amiga, un acto que le salió institintívamente.- Esta es la mayor locura y el mejor gesto de cariño que alguien haya hecho por mí. Gracias.
-¿Te refieres a tener mi nombre en tu brazo? Sí, eso además de locura es tener buen gusto.- bromeó Virginia confundida por el abrazo.
-No, tonta.- se separó y le cogió con las manos sus mejillas, se le humedecieron los ojos.- Me refiero a pensar en tonterías como esta que me hacen olvidar la peor cosa que jamás me había pasado hasta ahora. Por unas horas me has hecho olvidarme de mi desgracia, eso no sé cómo agradecértelo.- una lágrima tímida resbalo por su mejilla.- Gracias, Virginia.
-Bueno, agradéceselo a la lista.- Virginia se conmovió por las palabras de su amiga.- Gracias a ti por acudir a mí, por confiar en mí y no hacer como el resto, dejarme a un lado y pensar que no siento las cosas o no soy capaz de asumir y resolver los problemas de los que me importan.- se sinceró con ella.
- Lo sé, ahora sí lo sé.- y le dio un dulce beso en la mejilla.- Bueno, no tenemos mucho tiempo.- dijo quitando hierro al asunto, disipando la melancolía que comenzaba a revolotear por su corazón.- ¡Vamos a por el siguiente punto de la lista!
-¡Vamos a por él!- gritó eufórica Virginia.- Por cierto, ¿cuál es?- quiso saber mientras se acomodaban los apósitos y las camisetas y salían del probador.
-No lo sé. Déjamelo mirar en la lista.- y desplegó la hoja donde estaba impresa.- Ajá, esto creo que mejora lo anterior.
-Claro, está todo pensado.- Virginia le dio un codazo cariñoso a su amiga.- Lo bueno se hace esperar, y esto solo es el principio.
Salieron del centro de la ciudad y se dirigieron a la parada más próxima del bus urbano para llegar a la casa de Virginia y poderse preparar para el siguiente reto que les deparaba la lista.
-Llamaré a mi madre y le diré que hoy me quedo a dormir en tu casa ¿vale?- Virginia le miró sorprendida.- No quiero romper la magia de este momento, mi alegría temporal, no quiero llegar y mentirles y fingir que no pasa nada, porque eso me recuerda más que me estoy muriendo. Sin embargo, contigo no tengo que mentir, y eso lo hace muy llevadero.- le confesó. Sí, estaba huyendo, quizá hasta de sí misma, pero no le importaba, porque sabía que de algo sí que no podía huir: de la muerte. Pero podría prolongar la agonía y el dolor que ello conllevaba.
-De acuerdo.- Virginia no supo qué decir, imaginaba por lo que estaba pasando su amiga. Se preguntó si realmente hacía lo correcto, ser cómplice de aquella mentira, si realmente la estaría ayudando o solo contribuía al engaño en el que Daniella se empeñaba en vivir.- Estará bien, aunque estamos batiendo records.- le apuntó.- Nunca hemos pasado tanto tiempo juntas.- y una sonrisa se dibujó en sus labios, más bien forzada pues el motivo de ello era la tragedia de su amiga.
-Sí, es extraño ¿verdad?- le dijo Daniella pensando en las palabras de su amiga.- Hasta a mi madre le extrañará pero, ya soy mayorcita y en mi casa hay mucho alboroto ahora que los enanos han acabado el cole.- se excusó.- ¿No causaré molestias con tu padre o tu abuelo no?- quiso saber al pensar mejor en la idea.- Virginia negó con la cabeza.
-Mi padre está fuera, negocios.- se encogió de hombros.- Y a mi abuelo siempre le has encantado. Así que no se hable más, vayamos a mi casa, mañana nos espera un arduo día. Mañana nos espera otro deseo de la lista.- y ambas rieron para sí, mirándose de manera cómplice.

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