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martes, 2 de febrero de 2010

¡Salta!

-Abuelo, ya estamos en casa- dijo Virginia quitándose la mochila del hombro. Una voz salió del salón.
-¿Ese nos a quiénes incluye?- Virginia invitó a Daniella a que la siguiera al salón.
-Dani se queda a dormir- el abuelo de Virginia leía el periódico tranquilamente, sentado en su sillón de cuero. Levantó la mirada de las gafas y plegó el periódico, las miró y cabeceó antes de decir.
-¿Habeís cenado ya?- Daniella miró la grandeza del salón, en una penumbra interrumpida por la lámpara de lectura del abuelo de Virginia.
-No, pero no te preocupes abuelo, nos perderemos en la nevera- le sonrió y le indicó a Daniella que se diera media vuelta para dirigirse a la cocina.
-Un momento, muchachita- le interrumpió- ¿Y mi beso?- Virginia se mordió el labio inferior y se puso algo roja. Daniella miró a Virginia algo divertida.
-¡Abuelo, delante de mis amigas no!- protestó.
-Esa norma no la conocía- le dijo mientras dejaba su periódico encima de sus rodillas y abría los brazos para recibir a su nieta.
-Es fácil deducirla- le dijo Virginia que caminaba hacia él renegando.
-¡Pero si nunca traes a nadie a casa!- Virginia le abrazó y le besó en la frente.
-Bueno, tampoco te acostumbres- él rió y saludó con la mano a Daniella que le contestó con una sonrisa.
-Ahora sí abuelo, me voy a la cocina. Date por despedido porque luego estaremos en mi habitación planeando las vacaciones- hizo una pausa- ¿Te acuerdas que te hablé de ello, verdad?- él asintió con la mirada de nuevo en las noticias que ya caían en el ocaso.
-Sí, sí, sí, me acuerdo perfectamente, ya ordené a mi secretaria que lo preparara todo y en eso está- le dijo.
-Perfecto- dio un pequeño saltito y se fueron de allí.
-¿Vacaciones?- le preguntó Daniella una vez estuvieron en la cocina. Virginia fue directa a la nevera y Daniella se acercó a una de las banquetas arrimadas a la encimera de granito.
-Helado de chocolate... queda de fresa... mmm tarta de queso fría...¡Ah, naranjada!- decía para sí Virginia con la cabeza metida en la nevera.
-Te estoy hablando- le llamó la atención Daniella. Virginia fue sacando cosas y dejándolas frente a Daniella.
-Lo sé, pero es evidente la respuesta, tenía que decirle que nos vamos de vacaciones, tú y yo, nadie más, estamos solas en la ciudad, no podía contar con la tapadera de las chicas...- decía mientras sacaba cucharas y tenedoras y platos de los cajones- Vasos... ¿Dónde están los vasos?- Daniella lo miraba todo estupefacta.
-¿Esto es cenar?- y miró algo escéptica la tarta empezada en el plato.
-Es mi tarta favorita- le dijo Virginia sirviéndose naranjada.
-¿Y el helado?- Virginia se metió un trozo de tarta a la boca.
-Delicioso- le guiñó un ojo y se rió.
-No seas payasa... Esto no es cenar- le dijo señalando lo que había en la mesa.
-¿Quieres que pidamos una pizza?- le sugirió- Puedes hacerte una tortilla, creo que hay huevos...-Daniella negó con la cabeza.
-No, lo siento, esto estará bien...Diferente pero bien- se encogió de hombros y tomó una cuchara, abrió el helado y lo probó. Después miró a Virginia y se rieron.
-¿Naranjada?-Daniella asintió con la boca llena.
-¿Sabes? Si me ve mi madre ahora mismo me mata- Virginia le apuntó con el tenedor y le dijo.
-Es lo bueno de no tener madre, no te tienes porqué preocupar de esas cosas- pero Daniella no se rió.
-No me ha gustado ese comentario...- opinó bajando la mirada.
-Lo siento, sólo pretendía...-se quedó en silencio- La verdad es que no sé que pretendía...- Daniella soltó la cuchara y apoyó los codos en la encimera y su cabeza entre sus manos.
-Dentro de poco no tendrá necesidad de preocuparse de qué ceno o no... No habrá nada de lo que preocuparse- Virginia la miró y no dijo nada.
Terminaron de cenar con el incómodo peso del inevitable paso del tiempo. Con la sensación de que la muerte les mordía los talones.
Se fueron a acostar.
-Buenas noches- y cayeron en el más absoluto sueño.

Daniella escuchó un pitido insistente que la sobresaltó y la obligó a incorporarse de inmediato. Miró a todos lados y se sintió desorientada. La luz entraba por la persiana a medio bajar y miró a Virginia ronronear como un gato a su lado, sin inmutarse. Entonces se percató de la alarma del reloj que sonaba en la mesilla del lado de Virginia. Se frotó la cara mientras la alarma seguía sonando. Dio una patada a Virginia que se movió levemente. La miró y le quitó la almohada con cierto esfuerzo de debajo de la cabeza, después le golpeó con ella.
-¡Apaga ese chisme!- Virginia abrió un ojo y buscó la almohada que reposaba encima suyo.
-Buenos días a ti también- le dijo con la voz ronca y apagó la alarma.
-¿Cómo puede ser que no lo oyeras?- Virginia se volvió a acomodar la almohada y se dio media vuelta poniéndose la mano sobre los ojos.
-Estoy acostumbrada...- le dijo.
-¿Por qué la has puesto a esta hora? ¡Son las ocho!- protestó.
-¿Qué he puesto?- preguntó quedándose dormida.
-¡La alarma!- Daniella se arrodilló en la cama y cogió a Virginia por los hombros sacudiéndola- ¡Virginia!- Virginia se incorporó separándose de la sacudida.
-Voy, voy... soy de despertar parsimonioso y pesado- se defendió parpadeando repetidamente y mesándose el pelo- A ver...- miró el reloj y luego a Daniella-¡Ah, sí!... El río Cofio- le respondió separando las sábanas de su cuerpo y levantándose en dirección al baño con paso cansino. Desapareció dentro de él. Daniella oyó la ducha.
-¿El río Cofio?- susurró.


Y así era, dos horas después, duchadas, vestidas con deportivas y shorts, desayunadas y despedidas por la señorita de servicio, cogieron uno de los coches de la familia, un escarabajo verde, y Virginia condujo por la carretera M-505, dirección Ávila hasta un pueblo llamado Santa María de la Alameda.
El escarabajo era el coche de Virginia, de eso no había duda. Llevaban la capota quitada y la tapicería era de piel. Virginia llevaba puesta música rock a todo volumen y conducía melena al viento, con unas gafas de sol Ray Ban, mascando chicle de fresa y cantando las canciones que sonaban. Daniella disfrutó del trayecto y en poco tiempo supo qué hacían allí.

-Puénting- comentó cerrando la puerta mirando el enorme puente que había a una distancia de aquel descampado que era el párking- El río Cofio supongo ¿no?- Virginia comenzó a andar y asintió.
-Vamos, nos está esperando el monitor- le dijo.
-Sonaba divertido cuando lo escribí, pero es muy alto ¿no?- Virginia no le hizo caso y siguió caminando- ¿Y si volvemos al Escorial y lo visitamos...? Eso arquitectónicamente hablando es muy interesante... Me gustaría- le dijo viendo la largura del puente bidireccional, construído sobre la escarbada vegetación de la sierra de Guadarrama.
-No, va a ser que no- le dijo Virginia sacudiendo el brazo y saludando a alguien. Comenzaron a caminar por la acera provista junto a la barandilla.
-Hay gente- comentó Daniella.
-Claro, no somos las únicas- le dijo poniendo los ojos en blanco.

Llegaron y Virginia se presentó y los monitores las saludaron a las dos.
-¿Puénting y Góming, no?- Daniella miró a Virginia.
-¿Góming, qué es Góming?- le preguntó a Virginia.
-Es lo que voy a hacer yo- le dijo- Es que ya he hecho puénting, quiero probar otras cosas- le aclaró.
-Bueno, está bien- le dijo.
-El equipo- les indicó uno de los instructores. Virginia asintió y se dejó poner los arneses y atar las tobilleras con las cuerdas. Daniella la imitó y en poco tiempo ambas estaban con el equipo atado al pecho, ceñido todo y asegurado.
-¿Quién será la primera?- Virginia levantó la mano y avanzó.
-Aprende, pequeña. La adrenalina se quema así- y se dejó ayudar para subir por encima de la barandilla. Puso los pies rectos y se aferró a la barandilla mirando la considerable altura. Había gente abajo.
-¿Estás lista, Virginia?- Virginia asintió.
-Sí- asintió firmemente.
-Pues cuando quieras - y saltó.

Daniella se asomó para ver como Virginia caía de cabeza contra el viento, y era impulsada hacia la otra dirección por el efecto pendulante. Se oyó su grito liberador por toda la sierra:
-¡Voy a moriiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiir! ¡Uyuhuuu! ¡Aaaaaaaaaaaah! ¡Qué pasada!- exclamó mientras la velocidad del balanceo disminuía.
-¿Qué ha dicho?- le preguntaron a Daniella.
-Es un poco teatrera la chica- y miró a otro lado sin poder disimular una pequeña sonrisa.

Soltaron minutos después a Virginia que no dejaba de parlotear con quien le estaba soltando las cuerdas, explicando la fuerte emoción que había sentido al saltar al vacío.
-Dani, es una pasada- le gritó desde abajo.
-Ahora te diré- le dijo.
-Ánimo, campeona- Daniella asintió y le ayudaron a subir.
-¿Qué hago, salto sin más?- preguntó nerviosa, cardíaca, notando que el vértigo subía por sus piernas y le hormigueaban el estómago.
-Sí, como te hemos dicho, déjate llevar, libera las tensiones- le dijo.
-Está bien- respiró con cierta dificultad- Allá voy- pero no se soltaba de la barandilla.
-Tranquila, todo está bien- le trató de animar.
-Si ya, ya lo sé, ese no es el problema, es que no sé ... está muy alto- y se oyó una voz.
-¡Maldita gallina, deja de hacer el ridículo, tiempo es precisamente lo que no tenemos!- le gritó Virginia.
-Ya lo sé, Vir, es que la altura impone- le dijo.
-¡Salta!-

Y entonces se soltó de la barandilla, cayó con el cuerpo recto al vacío, mecida por el viento de la caída, notando como su melena era sacudida y peinada por la velocidad de su cuerpo sujetado por unas simples cuerdas. A medida que todo pasaba rápido, oyó su propio grito, que salía de lo más profundo de sus entrañas, como una mezcla de pánico y liberación. Creyó estamparse contra la tierra, y que los árboles cercanos le iban a arañar. Por una fracción de segundo imaginó que la cuerda no le sujetaría lo suficientemente fuerte, que no resistiría y todo acabaría ahí, pero voló y sus brazos se extendieron como alas, voló viendo la sombra del puente sobre su cabeza mientras parecía columpiarse en las alturas.
Si en algún momento en su vida había estado más cerca de la muerte, había sido ese.
Pero si en algún momento se había sentido más viva, desde luego no había otro que aquel.
El vaivén cesó unos minutos después mientras no podía dejar de sonreír y sentir el pecho hinchado de emoción y júbilo.
La soltaron y Virginia la miró con un brillo de excitación en los ojos.
-¿Qué, no me digas que no ha sido una pasada?- Daniella, algo mareada se recobró y corrió hacia ella y la aupó gritando y sonriendo.
-Ha sido bestial- le dijo y comenzó a dar vueltas mientras Virginia reía, notando el subidón de adrenalina de Daniella. Al final las dos cayeron al suelo.
-Ay- se quejó Virginia, pues Daniella había caído sobre ella.
-Lo siento, me he mareado con tanta vuelta- las dos se levantaron entre risas del suelo ante la mirada divertida de los demás.
-Qué fuerza- le dijo- Anda, dame un abrazo- le dijo y Daniella sin dejar de sonreir la abrazó. Se separaron, Daniella más calmada.
-Ha sido revitalizador- Virginia le chocó la mano.
-Esa es mi chica- le dijo- Pensé que no te tirarías al final- le confesó.
-La lista es la lista-

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